lunes, 30 de diciembre de 2013

HISTORIA DE UN SOLO HOMBRE, Y MUCHOS CONOCIDOS


Si tan solo hubiera estado, pero no. Don Armando García, en su lecho de muerte buscaba entre los presentes a Felipe.

- ¿Dónde te metiste desgraciado? – aullaba
Nadie daba razón. Y entre medios días y noches apareció un tal Polo Camacho. ¡Bendito sea el que lo trajo! (o no) al ver a su “tío” moribundo se le puso hacer mimos y al poco rato argumentando que era un sobrino muy querido, toda la herencia que le correspondía a Felipe fue a parar a las manos de Polo.  Pero el supuesto sobrino no se quedó siquiera para ver morir a su tío entre ataques, espasmos y gritos, sino que agarró el primer caballo que lo llevara a donde Don Armando tenía sus terrenos, y eso que Polo no era ni sobrino directo, más bien venia ser un sobrino del cuñado del primo de la esposa, que en paz descanse, de Don Armando.
Felipe se enteró varios meses después de lo ocurrido con su tío y con Polo. Pero para ese entonces lo único que podía hacer era lamentarse el no haberse quedado un día más en Cajamarca. En ese instante hubiera podido estar durmiendo felizmente en la cama con dosel de su tío, en vez de estar cabeceando entre las pajas del colchón duro de su casa. Pero como su santa madre le había dicho una vez,
- Dios sabe porque hace las cosas hijo, ahora anda a lavar.
Y mucha razón que tenía.
Cuando Felipe García llegó a Namora luego de un viaje en caballo de dos horas por las pampas de Cajamarca no se esperaba que su padre lo estuviera esperando.
Y así fue.
El señor Mercurio García estaba sentado en la puerta de su casa  con una pipa en su boca y un periódico del mes pasado en su mano, como todos los días, y eso era algo extraño ya que el señor Mercurio no sabía fumaba y a las justas leía.  Pero se las daba de señor importante y culto, cada vez que llegaba alguien nuevo al pueblo lo sorprendía con sus fascinantes historias de cuando luchó en la guerra, tal vez el padre de Felipe no sabía los puntos cardinales, pero jamás se perdía, tal vez no sabía multiplicar números de grandes cifras, pero nunca le habían robado ni un inti en su negocio. Y seguramente por eso es que todos en Namora lo trataban con respeto.
Felipe en cambio prefería estar lejos de su casa.  Donde no sabía ni leer ni escribir.
Por eso es quería irse a Cajamarca, a estudiar. Su padre le gritó que solamente cuando el sol se apague lo dejaría irse.