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Abrió la bocaza... y se
quedó en el suelo, bobo como un deshollinador. ¿A qué has venido,
gigante? ¡Vete, vete, gigante! ¡Mi Pepín es tan dulce y gentil!
¡Se abraza tan cariñosamente a su mamá, contra el corazón de su
mamaíta! ¡Es tan bueno y tan cariñoso! Sus ojos son tan dulces y
tan claros, que todo el mundo le quiere. Tiene una naricita monísima
y no hace tonterías. Antes corría, gritaba, montaba a caballo. Has
de saber, gigante, que Pepín tenía un caballo, un lindo caballo
grande, con su cola. Pepín monta a
caballo y se va lejos, lejos, al bosque, al río. Y en el río, ¿no
lo sabes, gigante?, hay pececitos. No, tú no lo sabes porque eres un
bruto, pero Pepín sí que lo sabe. ¡Pececitos lindos! El sol
ilumina el agua y los pececitos juegan, ¡tan lindos, tan lindos y
ligeros! ¡Si, gigante bruto, que no sabes nada!...